martes, 19 de agosto de 2014

¿Qué nos hace humanos? ¿Y a los Neandertales? (XII)

ResearchBlogging.org
Introducción

Hace más de un año comencé con una serie de posts que hoy terminaré con la presente nota.

Se trata de la serie dedicada a la colección de mini-ensayos "What makes us human? Answers from evolutionary anthropology". Con esas notas he querido llevar la pregunta de los autores ¿Qué nos hace humanos? un poco más allá, y responder también a lo siguiente: ¿Y a los Neandertales? 

De ese modo, a través de las entradas, hemos analizado y reflexionado sobre las cuestiones que, según los investigadores, nos hacen humanos. Y hemos visto cuáles son de aplicación a las gentes neandertales, y de qué manera.

A lo largo de once notas, hemos recorrido la presentación que hacen los coordinadores de la iniciativa (J. M. Calcagno y A. Fuentes), seguida de una decena de artículos breves, de los investigadores que participaron en la iniciativa.

El último mini-ensayo, escrito por los propios M. Calcagno y A. Fuentes, es en realidad un resumen o recapitulación de las respuestas del resto de investigadores.

Dado que no parece necesario repetir lo que ya es un excelente resumen -cuya lectura recomiendo-, lo que haré será un pequeño balance de la parte más neandertal de la cuestión. Es decir, trataré de resumir de qué forma "lo que nos hace humanos" es de aplicación a las poblaciones neandertales.

Entonces... ¿Qué nos hace humanos? ¿Y a los neandertales?

La respuesta de M. Cartmill y K. Brown se centra en dos aspectos que son propios de la humanidad y que nos diferencian de otros primates, por estar muy desarrollados: La imitación pre-verbal y la capacidad para ver las cosas desde la perspectiva de otros.

Roy lo sabía: Ponerse en el lugar del otro nos hace humanos.

Estos rasgos se exacerbaron, en nuestros antepasados, en un momento temprano de su historia evolutiva: debían de estar presentes en los poblaciones arcaicas de los Homo africanos, hace más de 1 millón de años. Por ello, se deben considerar rasgos comunes a Homo sapiens, Homo (sapiens) neanderthalensis, y cualquier otra especie humana que haya vivido en el planeta.

Katherine S. Pollard aborda la cuestión genética, y en primer lugar destaca la similitud de las secuencias del chimpacé y el ser humano, afirmando que desde el ADN, no hay "demasiado" que nos haga especiales a los humanos. Ahora bien, luego explica que ha habido unos pocos cambios clave, con efectos importantes sobre lo que hace ese genoma: determinar nuestra morfología, nuestro repertorio de dieta, nuestro metabolismo, etc.

Parecidos y diferencias (la humana es Jane Goodall).

De su explicación, llevada a los Neandertales, deducimos lo siguiente:

Si "lo que nos hace humanos" está en los cambios genéticos respecto a otros primates -como el chimpancé- entonces la mayor parte (o la inmensa mayoría) de los cambios que nos hacen humanos son compartidos con los Neandertales. Eso lo sabemos gracias a los estudios sobre el ADN neandertal y en especial el borrador del genoma publicado por Green et al.

Por supuesto, en las escasas, pero significativas diferencias que ese genoma neandertal tiene con el ADN moderno, también podremos, en el futuro, encontrar algunas de las claves que diferencian a las poblaciones actuales de la desaparecida humanidad neandertal.

De manera inicialmente similar,  Robert Sussman nos pregunta en su mini-ensayo lo siguiente: ¿Por qué no somos chimpancés? Este autor propone que lo que nos diferencia de esos primates son tres rasgos: el comportamiento simbólico, el lenguaje y la cultura (en su dimensión social y compartida).

Para nuestros propósitos cabe añadir ¿Por qué los Neandertales no son chimpancés? Además de las evidencias de lenguaje, simbolismo y cultura de las poblaciones Neandertales, que hemos tratado extensamente en este blog, se puede contestar poniendo en perspectiva la distancia genética entre nuestros parientes chimpancés y las poblaciones neandertales.

Dr. Cornelius: Chimpancé, Historiador, Arqueólogo.

Los Neandertales no son chimpancés, porque sus antepasados ancestrales (los mismos que los nuestros) se separaron de los antepasados chimpancés hace muchos millones de años. Según los últimos estudios paleogenéticos, como mínimo 7 millones de años, pero probablemente fueron más de 10 (Langergraber et al. 2012).

Como contraste, está razonablemente probado que las poblaciones neandertales y los"humanos anatómicamente modernos" intercambiaron genes hace menos de 100.000 años, y probablemente más tarde, hace 70 u 80 mil años.

Para R. M. Seyfarth y D. L. Cheney "lo que nos hace humanos" también se debe buscar en la comparación con otros primates, y así lo explican en su aportación. En su caso, destacan dos elementos concretos muy ligados al lenguaje y las capacidades cognitivas: Una “teoría de la mente” plenamente desarrollada, y una flexibilidad acústica (aprendida, y altamente modificable) de nuestra capacidad de emisión de mensajes.

Una "Teoría de la Mente" implica capacidad para proyectar y reflexionar sobre lo que otros piensan.

Seyfarth y Cheney defienden que se trata de dos enormes pasos previos a nuestro lenguaje, y están en la base de nuestra gran capacidad de gestionar y comunicar información.

Llevado a las poblaciones neandertales, hay varias líneas de evidencia que señalan que aquella humanidad disponía de ambos rasgos plenamente desarrollados: Lo sabemos por los elementos, como los enterramientos o los adornos corporales, que denotan conductas claramente simbólicas o representativas de conceptos abstractos. Y también por el registro arqueológico de formas de conducta complejas, elaboradas, con planificación al largo plazo, ramificada, o de gran variabilidad (como por ejemplo, la captación y gestión de los recursos líticos).

Benjamin Campbell en su mini-ensayo plantea que "lo que nos hace humanos" es nuestro cerebro. El autor propone que nuestro cerebro es único, y se encuentra en el centro lo humano. Es un órgano varias veces mayor que lo esperable para un mamífero de nuestro tamaño, y es el triple del cerebro de un chimpancé. Y es muy complejo. Todo eso implica necesidades (tiempo para crecer, sistemas de maduración adecuados, y aportes metabólicos suficientes) y proporciona ventajas adaptativas. Y en especial, nuestro cerebro nos hace especialmente sociales, tanto desde la perspectiva pragmática, como desde la emocional. 


El cerebro nos hace humanos, incluyendo a los cyborgs ¡No discriminéis!

En cuanto a los Neandertales, su evolución cerebral fue la misma que la nuestra durante varios millones de años. Eso, sumado a que el tamaño de sus cerebros es similar al nuestro, y sus realizaciones simbólicas no indican una inferioridad manifiesta, permite deducir que no tenían grandes diferencias cerebrales con los humanos modernos. Dicho de otra forma, es razonable plantear que eran plenamente humanos desde el punto de vista del cerebro.

No obstante, es posible que se dieran diferencias sutiles en algunos procesos cognitivos o en la eficiencia metabólica de sus cerebros, ya que algunos estudios apuntan a que no son exactamente iguales.

El trabajo de Sarah Hrdy se centra en el papel de la crianza en la evolución humana, y propone que "lo que nos hace humanos" sería la crianza aloparental de la descendencia (por otros individuos, distintos de los progenitores biológicos), así como una mayor participación de los padres (masculinos aquí).

Ciri y Geralt como ejemplo de crianza aloparental. Imagen: Alenaswan

Todo ello debió suceder como adaptación a un entorno poco predecible y al alto coste de la crianza exclusivamente maternal. Esa cooperación en el cuidado de la descendencia tiene resultados en si misma: mayor capacidad reproductiva. Y supone la selección de determinados rasgos en crías y progenitores, como la sociabilidad y la habilidad para solicitar/proporcionar cuidados y alimentos.

Todo ello sería la base evolutiva de la predisposición humana para la colaboración, que después se desarrollará en dimensiones sociales mucho más complejas.

Y como vimos en su momento, los rasgos que señala Hrdy son ancestrales. Fueron heredados y compartidos por todas las lineas evolutivas dentro del género Homo. Y por lo tanto fueron también rasgos característicos de los Neandertales.

Una versión algo diferente de la propuesta de Hrdy la encontramos en el mini-ensayo de Kristen Hawkes. Esta autora señala que la existencia de abuelas es algo clave para entender lo que nos hace humanos, y señala dos circunstancias necesarias para que existan dichas abuelas: La longevidad de las hembras más allá de la edad reproductora, y la sociabilidad de los niños para obtener el cuidado de los parientes, y sobre todo, de susodichas abuelas.

Nanny Ogg sabe más por abuela que por bruja.

Esas tendencias se formarían y reforzarían por selección natural, y repercutirían en la mejora de las capacidades de supervivencia y de reproducción de los individuos y los grupos.

Hawkes se retrotrae, una vez, más hasta el Plio-Pleistoceno africano para situar el inicio de la aparición de las abuelas. En ese sentido, una vez más comprobamos que la humanidad neandertal está mucho más cerca de nosotros, los humanos actuales, que de esos cambios más antiguos.

Por lo tanto, cabe decir, sin temor a equivocarse demasiado, que los Neandertales también tuvieron sus abuelas y compartieron esos rasgos adaptativos de sociabilidad y longevidad.

El estudio aportado por Karen R. Rosenberg sobre "lo que nos hace humanos" también se basa en las propuestas de Hrdy, pero se centra en cómo han evolucionado el embarazo, el parto y la lactancia.

En términos adaptativos, la autora propone que se dio una intensificación de los cuidados de las embarazadas, parturientas y madres con neonatos y lactantes. Y esa intensificación tendría consecuencias directas en el éxito reproductivo de individuos y grupos. E, indirectamente, abriría las puertas a que pudieran nacer y sobrevivir neonatos "indefensos", que siguen creciendo a tasas fetales (muy altas) tras el parto. Y eso, a su vez, permitiría un mayor desarrollo de la capacidad cerebral de dichos neonatos.

Como en varias de las propuestas anteriores, el momento en que estos mecanismos adaptativos comenzaron tuvo que ser muy temprano: el Plio-Pleistoceno africano. Por ello, desde la perspectiva de los Neandertales, la propuesta de Rosenberg sería también de aplicación. En el caso de las madres neandertales, los cuidados recibidos por ellas y por su descendencia  no tendrían que ser, a priori, significativamente distintos de los de la humanidad más moderna.

Además, la evidencia disponible apunta a que el parto entre los Neandertales era igualmente complicado, y que los niños neandertales nacían con cerebros muy grandes, como los nuestros (aunque quizás sutilmente diferentes en la forma).

Los dos últimos mini-ensayos (Mary C. Stiner y Steven L. Kuhn por un lado, y Ken Weiss por otro), no responden realmente a la pregunta planteada, sino que simplemente reflexionan sobre su validez desde diferentes perspectivas (la primera más pragmática, y la segunda más ontológica). Aunque sus reflexiones son desde luego interesantes, no nos sirven de mucho para extender la cuestión de "lo humano" a los Neandertales. Por ello que debemos conformarnos -pero no es poco- con lo que hemos podido tomar de los anteriores contribuyentes a la colección.

Conclusiones

Como yo lo veo, la conclusión final que se puede extraer de la colección original, y de las reflexiones aportadas en estas notas, es bastante obvia: A pesar de las diferencias, la proximidad genética, cultural, anatómica, ontogénica y metabólica de las poblaciones neandertales y los humanos modernos, hacen que todos los criterios que se proponen para tratar de aprehender "lo que nos hace humanos" sean de aplicación a aquella otra humanidad.

Referencia de Research Blogging

Calcagno JM, & Fuentes A (2012). What makes us human? Answers from evolutionary anthropology. Evolutionary anthropology, 21 (5), 182-94 PMID: 23074064

1 comentario:

Unknown dijo...

Como siempre, como hace años, me encantan tus artículos. Felicidades, Millán!!!